La taquilla del fin de semana en España tiene un claro protagonista: Padre no hay más que uno 5, que debuta con casi dos millones de euros y más de 270.000 espectadores. Muy cerca le sigue F1: La película, que ha sorprendido con su potente arranque. Mientras tanto, el resto del Top 5 refleja el desgaste de los títulos en cartel y confirma la dependencia del mercado de los grandes estrenos. Por Fátima Jarmouni
En cabeza, cómo no, Padre no hay más que uno 5. La fórmula de Santiago Segura sigue funcionando y no hay sorpresa en eso: casi dos millones en su primer fin de semana y más de 270.000 entradas vendidas. Son cifras potentes, que confirman su dominio en la comedia familiar, aunque también evidencian que el público que responde lo hace porque sabe exactamente qué va a encontrar. Nada nuevo, pero sólido.
Muy cerca, y peleando el primer puesto casi palmo a palmo, entra F1: La película, el otro gran estreno del fin de semana. Su recaudación es prácticamente la misma que la de Segura, pero con una media por cine incluso más alta. Un documental con estética de superproducción que ha logrado captar al espectador fan del motor con una puesta en escena calculada al milímetro. Habrá que ver si se sostiene más allá del efecto estreno o si el interés se evapora tan rápido como sus protagonistas en pista.
En tercera posición, el live action, Cómo entrenar a tu dragón, confirma lo que ya venía mostrando semanas atrás: cuando se planifican bien, las reposiciones tienen recorrido. Aunque cae un 43% respecto a la semana anterior, sigue superando el millón de euros y acumula ya más de diez desde su regreso a salas. En cuarto lugar, 28 años después pierde fuerza rápidamente. El descenso es del 52% en su segunda semana y la sensación de agotamiento es evidente. La secuela zombi ha generado curiosidad, pero no ha logrado consolidarse como fenómeno. La nostalgia, por sí sola, ya no basta.
Cerrando el Top 5, Lilo & Stitch aguanta como puede en su sexta semana. La caída es pronunciada, pero aún suma casi medio millón más a su impresionante total acumulado. Disney lleva meses estirando sus clásicos en salas y, aunque este ya muestra claros signos de desgaste, el experimento sigue rindiendo.
Estrenos fuera del Top 5
Fuera de los cinco primeros, M3GAN 2.0 aterriza en sexta posición con resultados discretos: apenas 174.000 euros y una media por cine que roza lo flojo. Da la impresión de que Universal contaba más con el recorrido en plataformas que con el impacto en taquilla.
También se estrena Volver a ti, una propuesta europea distribuida por Avalon, que entra en la posición 14 con poco más de 13.000 euros. Cine delicado, que no juega a volumen, sino a permanencia. Y en el extremo opuesto del Top 20, La quimera del oro, reedición del clásico de Chaplin, se cuela con algo más de 6.600 euros. Propuesta de archivo que cumple con su propósito: atraer a un público específico en un contexto muy concreto.
Cine español
En cuanto al cine español, más allá del huracán Segura, la situación es desigual. Sirat, trance en el desierto sigue sumando en su cuarta semana, con una caída moderada y más de 140.000 euros adicionales. Es de las pocas que ha logrado mantenerse en el tiempo, a base de constancia y de un público que responde fuera del circuito masivo. Muy diferente es el caso de Bajo un volcán, que tras un paso inicial correcto, se desploma con un descenso cercano al 80%. A pesar de su recorrido en festivales, no ha conseguido generar tracción en salas.
La buena suerte, en cambio, logra una media por cine más que digna, sobre todo si se tiene en cuenta que apenas se proyecta en diez salas. Propuesta modesta, pero bien recibida donde se exhibe. Votemos, por su parte, empieza a dar síntomas claros de agotamiento. Aunque aspiraba a ser una comedia coral con cierto atractivo comercial, el descenso del 73% y la bajísima media por cine confirman que su recorrido está prácticamente terminado.
Cine independiente
En el terreno del cine independiente, pocas novedades. El único estreno real de este tipo ha sido Volver a ti,. Entre los títulos que aún resisten encontramos a Juliette en primavera (puesto 16, 10.756 €), Algo le pasa a mi yerno (puesto 15, 11.066 €) y La buena suerte, todas ellas continúan su camino sin demasiados sobresaltos, aunque ya lejos de cualquier tipo de impacto.
La última showgirl y La trama fenicia, aunque más discutibles dentro del concepto de “independiente”, mantienen presencia residual. La primera cae al puesto 17 con 9.121 €, y la segunda aparece en el puesto 13 con 15.779 €, en ambos casos con cifras que no marcan diferencia.
Análisis taquilla
La sensación de movimiento en taquilla esta semana es, en buena medida, una ilusión. El volumen total ha subido, sí (6.536.706 €), pero no porque haya más cine, ni porque el público haya recuperado un apetito generalizado por la sala. Ha subido porque dos títulos (uno español con fórmula probada, otro internacional con envoltorio de evento) han funcionado como locomotoras. Nada más. Que dos títulos concentren más del 60 % de la recaudación ya ni escandaliza porque es lo habitual. Se ha naturalizado una estructura de exhibición donde casi todo depende de lo que ocurra con una o dos películas.
Lo más preocupante no son solo las cifras, sino el estancamiento de la programación. La cartelera ha dejado de ser un espacio de exploración o de descubrimiento para convertirse en una extensión de las campañas promocionales. Lo que no tiene presencia mediática fuera de la sala, no la tendrá dentro. Lo que no entra con fuerza el primer fin de semana, desaparece. El tiempo que necesita una película para construirse en la conversación pública ya no existe. Y eso afecta tanto a la variedad como a la profundidad de lo que se ofrece.
Además, seguimos entendiendo el cine como si cada elemento fuese independiente: la película, la sala, incluso el espectador. Pero todo eso forma parte de una misma experiencia, y cada vez resultan más evidentes las fronteras entre ellas. El cine ya no puede sostenerse solo por la calidad de una historia o por cuántas semanas se exhiba (que también es importante). Debemos mirar la raíz del problema y ese es que el público y el contexto del cine ha cambiado. No se trata simplemente de que la gente vuelva por inercia, como ocurría antes, cuando las opciones eran limitadas. Ahora todo compite por nuestra atención. Pero si observamos bien, veremos que hay una necesidad de reconectar, que lo que parecía pasado de moda (lo físico, lo compartido, lo ritual) empieza a recuperar su valor. El cine tiene esa capacidad. Lo que falta es dar con la clave para que volver a una sala no sea una obligación por algo que esta en tendencia.