El Cine Independiente: Un Ironman por relevos

21 junio, 2018

Tengo un buen amigo que practica el Ironman. Esa prueba deportiva de resistencia en la que tienen que correr, ir en bicicleta y nadar no sé cuántos kilómetros. Tantos que sólo de pensarlo, me quedo agotado. Le admiro por su fuerza y su tesón para practicarlo y, en una ocasión,  le pregunté si no era frustrante hacer semejante esfuerzo para que sólo uno de los participantes se alzase con el triunfo. Su contestación fue inmediata: el triunfo es llegar a la meta, no importa en qué lugar lo hagas.

Por Julio Abengózar Oviedo, vicepresidente de NAECE (Nueva Asociación de Exhibidores de Cine de España)

Julio Abengózar Oviedo

Cuando llegué a este mundo del cine, como exhibidor en un pequeño cine de pueblo y pude comprobar el recorrido que tiene que “sufrir” una producción cinematográfica independiente para llegar a las salas, me recordó a este amigo y sus Ironman, aunque con una pequeña diferencia: en el caso del cine, el recorrido se hace por relevos.

Comienza la prueba cuando algún realizador quiere llevar a cabo su obra. Le espera un largo recorrido lleno de obstáculos para conseguir que alguien le crea, le financie y, una vez acabada la obra, la distribuya. ¿Cuántos guiones se quedan en un cajón tras años de intentar llevarlos a cabo? ¿Cuántas películas finalizadas duermen a la espera de un distribuidor que no aparecerá nunca?

Pero si consigue llegar a este punto,  el relevo en la carrera lo tomará, con toda seguridad, un distribuidor independiente. Otro francotirador de la industria, con pocos medios para promocionar la película y crear interés por ella pero que intentará colocarla en el mayor número de cines posible. Y aquí comienza la segunda etapa, no menos dura que la anterior, pues se encontrará con las puertas cerradas de la mayoría de las grandes cadenas de exhibición, teniendo que limitarse, en la mayoría de los casos, a intentar colocarla en las carteleras de los pequeños cines independientes.

Las salas independientes tomamos el tercer relevo, unos por vocación y otros por necesidad. Los vocacionales son esas raras avis que han quedado, generalmente en el centro de las grandes ciudades, y que satisfacen ese nicho de mercado que conforma el espectador que huye del cine comercial. Impensable un cine de este tipo en núcleos de población pequeños. Los que lo hacemos por necesidad, somos esos pequeños cines de pueblo que, aunque no exentos de vocación, nos encontramos con numerosas dificultades para programar títulos comerciales que nos permitan mantener nuestros negocios y suplimos esas inexplicables carencias apostando por el cine independiente.

¿No deberíamos apostar todos por ese cine? Y cuando digo “todos”, deberemos incluir a la cabeza del grupo a los poderes públicos. Sin su apuesta firme, el cine independiente seguirá siendo la hermana pobre de la pantalla.

 

Sala-Cinemas-Girona

Hasta el momento, ese apoyo institucional se limita a regular (exigir) una cuota de pantalla para el cine comunitario. Es decir, apoyamos el cine independiente obligando a las salas a programar un mínimo de títulos, en la creencia, supongo, de que si está en cartelera vendrá la gente a ver la película. No basta con exhibirlo, hay que promocionarlo antes, ¿o acaso pensamos que las grandes producciones se gastan millones en promoción sólo por diversión?

Lo que no se promociona no se vende, y la apuesta por este cine debería empezar desde el principio del proceso, apoyando de forma efectiva a la producción de nuevas obras independientes. Con un apoyo claro a la distribución que les permita promocionar los títulos para crear interés y, por supuesto, a las salas que arriesguen por un público, hoy minoritario, pero que una política valiente de fomento del cine redundaría en un incremento del interés  por ese cine de calidad.

No es cierto que al público no le interese de forma mayoritaria este cine. Es más cierto que el público, de forma mayoritaria, no lo conoce. Por eso, para salvar nuestro cine del acoso de las grandes superproducciones comerciales, es urgente una toma de conciencia de quien tiene el poder regulador (el Gobierno de turno) y una puesta en marcha de políticas efectivas que hagan realidad el espíritu de la vigente Ley del Cine, porque de buenas intenciones está plagado su preámbulo :

“…la estabilización del Fondo de Protección a la Cinematografía…con especial atención a los sectores independientes…” dice uno de sus párrafos.

La realidad es que la dotación presupuestaria para atender este principio supone el diez por ciento de lo que otros países de nuestro entorno, como Francia, destinan a ello y eso se nota en el peso de nuestro cine con respecto al de la producción extranjera.

En otro párrafo de dicho preámbulo, podemos leer:  “Por ello, se considera necesario adoptar un marco normativo adecuado basado en cuatro principios fundamentales : la definición y el apoyo a los sectores independientes que existen en nuestra cinematografía, tanto en el ámbito de la producción como en los de distribución y exhibición.”

Sin embargo ese marco normativo aún espera ser alumbrado, obligándonos a productores, distribuidores y exhibidores independientes a jugar a un juego sin normas, donde impera el “sálvese quien pueda”.

¿CUÁNTO TIEMPO MÁS ASÍ?

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