Aurelio Morales: Cubriendo los huecos que dejan los centros comerciales

9 mayo, 2019

Esta podría ser la mejor definición de la labor que realiza Aurelio Morales Montalvo, quien pertenece a la tercera generación de una familia de exhibidores que está logrando llevar el cine a pequeños municipios de las zonas de Madrid y Levante de modo ambulante, sin programación fija.

Aurelio Morales

Continuamos con nuestra serie dedicada a la lucha de los exhibidores para llevar el cine a las zonas rurales y/o poco pobladas. Si hace unos días recogíamos las vivencias de Alfonso Benegas, publicamos la entrevista Aurelio Morales, uno de esos héroes que está realizando una labor encomiable para mantener viva la llama del séptimo arte en territorios olvidados por las grandes empresas.



Cine&Tele: ¿Cómo te introdujiste en el mundo de la exhibición?

Aurelio Morales: En 1952, mi abuelo Nicolás Montalvo inauguró en mi localidad natal, Cercedilla (Madrid), el Cine Montalvo, que lo empezó a construir en la posguerra con la ayuda de sus hijos. Mi madre y mi tía se encargaban de la taquilla. Fue la época dorada del cine, con gran éxito de público y sesiones llenas todos los fines de semana.

A los 14 años, aprendí a proyectar con los proyectores de aquella época, que daban luz con el arco voltaico de dos varillas de carbón. Ni que decir tiene la dificultad de aquellos proyectores, pues entonces ser operador de cabina era un oficio con su carnet correspondiente.

Pero el paso del tiempo y la falta de mantenimiento llevaron a mi abuelo a cerrar el cine en 1979. En 1982 fue cuando mi primo y yo nos embarcamos en la reapertura del cine, empezando así a conocer el mundo de la contratación y la programación. En 1986 se cerró el cine de la localidad cercana de Alpedrete y, al enterarme, se lo alquilé a los propietarios. Era un cine parroquial (construido en terreno de la parroquia y administrado por el párroco de Alpedrete), cuyo local estaba muy deteriorado. Me sirvió para aprender a reparar butacas, luces, proyectores, es decir, para hacer un buen curso de bricolaje.

De esta época no se me olvidará que cuando firmé el contrato de alquiler del cine de Alpedrete, el párroco me advirtió que ‘a ver qué películas nos traes’ y también me acuerdo de los gamberretes que no querían que se arreglaran las butacas, porque durante la proyección había gente que al moverse se caía la butaca y provocaba grandes risotadas.

Entonces los centros culturales empezaron a desarrollarse en multitud de municipios coincidiendo con la salida al mercado de un proyector portátil de 35mm (conocido como el ‘chino’) bastante asequible económicamente. Mi actividad principal pasó de llevar los cines tradicionales a programar para Casas de Cultura de diversos pueblos de los alrededores.

«Cuando se estrenó ‘Titanic’ (1998), que fue un gran éxito, también llegaron los centros comerciales»

C&T.: ¿Cuándo empezaste con el modelo que llevas actualmente de gestión con los municipios?

A.M.: Los primeros pueblos fueron los de la Comunidad de Madrid. En 1993 me compré el ‘chino’, un proyector pequeño de 35mm muy barato. Me fui comprando otros dos y empecé a dar cine por los pueblos de los alrededores de Cercedilla.

Cuando se estrenó Titanic (1998), que fue un gran éxito, también llegaron los centros comerciales. En cuestión de dos o tres años, estuve rodeado de 24 salas, con una gran  competencia.

De esta forma, en 2003, decidí irme a vivir a la zona de Levante, concretamente a San Juan de Alicante. De Madrid sólo me quedé con los pueblos más importantes y en la zona de Alicante y Murcia rápidamente conseguí cines alejados de centros comerciales que, en aquellos momentos, ya eran los preferidos por el público.

Pero la historia se volvió a repetir. Más o menos en 2014 irrumpió el cine digital y nos tocó olvidarnos de las películas en 35 mm y comprar aparatos nuevos. Fue como empezar de cero.

C&T.: Un proceso de digitalización que se juntó con la crisis económica, por lo que muchos exhibidores tuvieron que cerrar …

A.M.: Yo me salvé un poco de milagro porque tenía unos ahorros y pude comprar dos proyectores. Ese año se estrenó el gran éxito del cine español que fue Ocho apellidos vascos, y con esos dos proyectores estuvimos mostrando la película en los pueblos de mi circuito. Un fin de semana en dos pueblos, la siguiente semana había que desmontarlos y llevarlos a otros dos pueblos…

Mucha gente me llamaba y me decía ‘Oye, que ya no nos pones cine’. Pero claro, es que con dos proyectores que tenía entonces, no puedes estar en todos los lados.

Año a año, he ido incrementando la plantilla de proyectores comprando un proyector más cada año. En la actualidad tengo 7, aunque de ellos he terminado de pagar 3 y me falta pagar 4 que, de momento, son del banco. Cada cacharro vale 40.000 euros por lo que es una inversión importante y luego tienes que comprar el sonido, algún altavoz más… Constantemente hay que ir invirtiendo.

C&T.: El problema también ha sido la ausencia de ayudas a la exhibición para ese proceso de digitalización.

A.M.: Por parte de los distribuidores, ha habido ayudas a los exhibidores establecidos fijos. A los pequeños y ambulantes como nosotros, no. Lo nuestro es otro concepto de cine. Una distribuidora me dijo ‘Tú coges una película, la pones un par de días y amén, y luego te vas a otro pueblo. Sin embargo, en un centro comercial, nos coge la película un mes entero en una sala’. Claro, los distribuidores a esos centros comerciales que hacen ese esfuerzo grande les ayudaban. En mi caso no, porque yo no puedo mantener una película en cartel mucho tiempo.

C&T.: Vosotros no tenéis una programación fija, ni siquiera los fines de semana …

A.M: Los míos no son cines con una programación constante los fines de semana, sino que son Casas de Cultura donde, cuando no hay otra actividad, si tengo el proyector libre, ponemos cine. No tengo en ningún pueblo una programación fija, aunque me gustaría.

Lo que yo tengo con los Ayuntamientos normalmente son convenios en los que ellos me ceden la sala y yo corro con todos los gastos, desde la limpieza hasta los derechos de autor, las películas, el mantenimiento, etc. Yo me responsabilizo de la sala y de los gastos que hay. En los pueblos grandes también tengo que pagar un pequeño canon por el consumo de energía eléctrica.

El Cine Montalvo (Cercedilla) fue el comienzo de esta saga de exhibidores

Tengo siete personas empleadas a tiempo parcial, entre mi hijo y los ayudantes. Tenemos una furgoneta y cargar y descargar proyectores es buena parte de nuestro trabajo. Es lo que hay. Tiene la ventaja de que cuando tienes una película buena, la pones en los pueblos y te funciona en todos, como ha sido ahora el caso de Dumbo. Las de Disney son las que mejor funcionan.

C&T.: ¿Qué precio suelen tener las entradas?

A.M.: Por regla general tienen 4,5 euros y a los niños 4 euros. Me va bien con esos precios, por lo que no lo toco. Los Ayuntamientos no se meten en eso. Ellos me dejan el local y yo me busco la vida. Si cobro mucho y me va menos gente, intento buscar el precio idóneo para que sí vengan.

C&T.: ¿Dónde están ubicados los cines que llevas?

A.M.: En la provincia de Alicante llevo actualmente 4 pueblos: Ibi, Onil, Castalla y Bañeres. Son pueblos que están a 40 o 50 kilómetros separados de la capital. En Bañeres damos muy poquito cine, pusimos una en Navidad, otra en enero, otra en febrero y hasta este mes de mayo no vuelve a haber. En los pueblos pequeños suele ser una película al mes.

El pueblo donde tengo una programación más continuada es Cieza, que tiene 35.000 habitantes. En Murcia, además de Cieza, tengo Alhama, Blanca, Calasparra, Bullas, Moratalla y Caravaca. En Cieza y Caravaca, que son más grandes, proyectamos más, pero en el resto una película al mes.

En Albacete tengo programación en dos pueblos. Uno es Caudete, que llevo desde hace mucho tiempo, y otro que acabo de empezar que es Tarazona de la Mancha. En la provincia de Madrid tengo las Casas de Cultura de Guadarrama, Collado Mediano, Becerril de la Sierra y Moralzarzal, aunque Moralzarzal es un pueblo especial porque ponemos muy poquito cine, quizás tres o cuatro películas al año.

C&T.: Tu hijo sigue tus pasos. ¿Tienes pensado crecer e ir yendo a más pueblos?

A.M.: En 2016, mi hijo mayor, que ahora tiene 26 años, terminó sus estudios y, como no encontraba trabajo, se vino conmigo y le ha gustado este mundo. De momento, voy a parar un poco y levantar el pie del acelerador porque, hasta que no termine de pagar lo que debo de los proyectores, no me meto en más. Ahora mismo, estoy entrampado, por lo que estoy liado de arriba para abajo. Aunque en este mundo nunca se sabe, a lo mejor cualquier día me sale un cine bueno o me toca la lotería.


Los pueblos de su circuito

Alicante: Ibi -23.000 habitantes-, Onil -7.000-, Castalla – 9.000- y Bañeres -7.000-

Murcia: Cieza -35.000 habitantes-, Caravaca de la Cruz -25.000-, Alhama -21.000-, Blanca -6.000-, Calasparra – 10.000-, Bullas -11.000- y Moratalla -8.000-

Albacete: Caudete -10.000 habitantes- y Tarazona de la Mancha – 6.000-

Madrid: Guadarrama -1 5.000 habi tan tes-, Collado Mediano -6.000-, Becerril de la Sierra -5.000- y Moralzarzal -12.000-


 

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