El pasado día 5 de enero, a las 22:45, el canal Cuatro ofrecía a su audiencia un nuevo episodio de la serie Mentes criminales. Esta serie cuenta con un spin-off titulado Sin fronteras (porque la acción de sus capítulos se desarrolla fuera de los EEUU) que en su episodio 12 El toro bravo tenía como protagonista a un asesino en serie, español y de Pamplona, que se dedicaba a descuartizar turistas procedentes de países anglófonos por el mero hecho de correr en los Sanfermines. Móvil de los crímenes: la protesta por el maltrato a los animales, esa moda que tanto se impulsa desde hace años en Estados Unidos, ahora con la inestimable colaboración del gobierno catalán.
Interesante punto de partida. Pero ¡cielos! que cosas aprendimos en este capítulo. Según allí se contaba, las suertes del toreo son tres: el tanteo, el castigo y la muerte. El tanteo se compone ‘’de una serie de movimientos que hace el torero para conocer a su rival’’ (sic). El castigo llega con las banderillas ‘’para debilitar y enfurecer al toro’’ (sic) y finalmente la muerte, ‘’que consiste en cortar la médula espinal del animal de un solo golpe con un puñal de unos 15 centímetros’’ (sic). Pero esto no es todo. Previamente, ‘’el torero, con ayuda de su cuadrilla – y por lo tanto, con el toro aún vivo- proceden a cortarle las orejas y lanzarlas al público en señal de victoria’’ (sic).
¡Qué lamentable imagen damos los españoles ante la audiencia mundial con mensajes como este! Y si el espectador que los recibe en Francia, en Polonia o en Australia ha leído además en alguna parte que en España se protege este ‘’espectáculo’’ como ‘’patrimonio cultural’’ y se le denomina ‘’Fiesta Nacional’’, pues para qué queremos más. Evidentemente la conclusión es que somos una nación de salvajes porque, además hacemos esto con 7000 toros bravos cada año. Lo que nunca oiremos ni veremos en una obra audiovisual norteamericana es como ellos sacrifican 40 millones de pavos el Día de Acción de Gracias o como sacrifican vaya usted a saber cómo cientos de miles de reses cada día para convertirlas en hamburguesas. Pero eso no es maltrato animal…
Esto que hemos relatado hasta aquí es solo una anécdota entre mil. Pocos días antes, dentro del contenedor Grandes documentales que emite La 2 de TVE, pudimos ver a Michel Portillo, presentador de una serie de la BBC sobre grandes viajes en ferrocarril, como se desplazaba de Madrid a Córdoba en un tren ‘’muy moderno y veloz’’. Pero el tren que aparecía en la imagen no era nunca un AVE, ni mucho menos un Talgo. ¡Qué gran ocasión perdió la BBC para hacer honor a la verdad y destacar a España como gran potencia ferroviaria! ¿O fue adrede, a pesar de que el Reino Unido no es ya competidor de nadie en el mundo del ferrocarril desde sus añorados años victorianos? (sobre la ignorancia internacional del Talgo, el tren más avanzado que existe hoy en el mundo, ya escribimos hace poco: ‘’El Talgo no existe’’)
¿Y qué decir de la ignorancia del documental de la productora franco-alemana ARTE sobre el boicot español a las Olimpiadas que organizó el III Reich en 1936, asunto al que dedicamos también nuestros comentarios (ver enlace)?
¿Y el episodio de la saga Misión Imposible donde las Fallas transcurrían en Sevilla como parte de su Semana Santa?
Con motivo del IV Centenario de Cervantes aquí en España nos hicimos eco también del centenario de Shakespeare. Por el contrario, en las televisiones de Francia, Alemania e Inglaterra se habló mucho de Shakespeare pero nada de Cervantes. Una de las causas probablemente fuese que en España no fuimos capaces de producir ningún documental sobre Cervantes con la suficiente calidad como para interesar a las televisiones extranjeras…
En fin, parecen simples anécdotas pero todas juntas ofrecen una imagen diluida, confusa y errónea de nuestro país.
Hay otros asuntos a los que, por recurrentes, ya no damos en España ninguna importancia tales como el tráfico de esclavos en el que aparecemos siempre como grandes protagonistas, mientras que los documentos del Archivo de Indias dicen bien claro que ese negocio repugnante estuvo prohibido por la Corona española excepto por un breve período de 40 años ya en el siglo XVIII y solo con destino a Cuba. El cine y la TV anglófonos ocultan a los que de verdad se enriquecieron con aquel tráfico: ingleses, holandeses y portugueses, que cimentaron con él sus imperios emergentes.
Igual sucede con el ‘’genocidio’’ que cometió España en los territorios descubiertos y conquistados por nuestros antepasados al otro lado del Océano Atlántico. Si fuese cierto, ¿cómo se explica que hoy, 500 años después, toda Hispanoamérica esté llena de descendientes de sus habitantes pre-colombinos?
La mayor campaña publicitaria para ocultar un genocidio auténtico fue orquestada desde los orígenes del cine a través de los miles y miles de westerns en los que los ‘’malos’’ eran siempre los indios y los ‘’buenos’’ siempre los del Séptimo de Caballería. Y claro, estaba plenamente justificado acabar con los ‘’malos’’. Así apenas quedaron supervivientes después de la colonización inglesa en lo que hoy conocemos como Estados Unidos o Australia, con el agravante de que estos genocidios se llevaron a cabo casi 300 años después de que los españoles llegasen al nuevo mundo. Y no hubo tampoco ni un atisbo de mestizaje, un concepto que resulta inaceptable para la cultura anglosajona.
Podríamos seguir así hasta escribir un libro. Pero con estos ejemplos creemos que basta para intentar convencer a nuestros políticos de que se están equivocando con sus decisiones de no apoyar nuestra presencia audiovisual en el mundo ¿Dónde están y dónde se pueden ver los más de cien documentales que se producen cada año en España? Según datos de FAPAE la exportación de documentales españoles en 2015 alcanzó la ridícula cifra de 700.000 euros. Como dijo en su día la presidenta de la Academia, Marisa Paredes: ‘’ un país sin audiovisual propio es un país que no existe’’. Y eso pasa con España: fuera de nuestras fronteras solo aparecemos como exótico país de vacaciones donde se juega mucho al fútbol.
Pero no solo debemos potenciar nuestra producción propia; deberíamos también negociar y llegar a pactos con las grandes productoras extranjeras de cine y documentales para aportarles gratuitamente asesores que pudiesen evitar estos errores desde la primera redacción de un guion. ¿Y quién lo podría hacer? Se nos ocurre que Spain Film Commission debería estar también para eso, bastaría con tener una persona responsable de este asunto en Los Ángeles, Londres, París y Tokio. Total: cinco embajadores de nuestra Cultura en cinco ciudades clave para que la Marca España demostrase que el sentido práctico no está reñido con los grandes discursos de intenciones.
